Hay palabras
atravesadas en la garganta de cada historia,
que cómo la nuestra
acabaron mucho antes de dar comienzo.
Historias,
que hablan de incendios en la piel,
reducidos a cenizas
que nunca debieron quedarse;
y de insomnios en el alma,
tras los cuáles nunca se encontró consuelo,
ni respuesta,
ni calma.
Búsquedas y desencuentros,
de tu boca indescifrable,
de mis manos abrazando la nada
que construyes para mi.
Disparos a quemarropa
dirigidos por todo aquello
que nunca fuiste capaz de decir,
y que el tiempo se encargó de recordarme.
Tiempo, que pasa impasible ante mis ojos,
anunciando tormentas,
gritando a viva voz
que hay pasados que aunque se nos quedan
nunca vuelven.
Y que no hay mañana,
ni recompensa
para quien no decide avanzar.
Viajes en direcciones prohibidas,
tierra prometida
sin mas promesa por cumplir que el calor de unos labios
grabados a fuego en una piel que no responde a ninguna
guerra que no lleve tu firma.
Palabras, que adornaron la ausencia de las tuyas,
vendando mis sentidos, anulando la razón y los motivos.
Palabras que ignoraron intenciones de no continuar,
distracciones absurdas, cuando tus dudas dibujaban muros.
Batalla sin tregua, ni trinchera posible.
Delirios cuerpo a cuerpo sin mas solución que el regreso,
o el olvido, o más bien el engaño a uno mismo de creer
continuar.
Ruinas, naufragios, camas vacías…
Finales anticipados que en realidad jamás terminan.
Y es que a pesar del tiempo, determinante o no
tus vientos siempre soplaron con fuerza en mi memoria,
agitando recuerdos, trayéndote hasta mi.
Tú, Roma constante en mi trayecto.
Recuerdos que impregnan rincones
Madrid, Santander.
Paisajes de una ciudad cualquiera
que se me antojan incompletos,
como mis letras,
que no encuentran ya más motivación que la que tu
despiertas.
Que me llevan y te traen entre sus líneas,
trazando puentes que nos empeñamos en esquivar,
pero que siempre vuelven a tenderse.
Huellas imborrables, fuegos imposibles de apagar,
al fin y al cabo fuimos eso,
fuego… la envidia de toda Troya,
pues nadie jamás
fue capaz de arder así…
Marta Boz
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